Ya no lloro. Tampoco río. Ya no pienso. Poco entiendo. Ya no miro. Nada encuentro. A mi alrededor seres que se mueven al compás de un mundo exigente. A mí me agota. Corro. Intento acompasar mis pasos con el reloj que gira… gira… sin parar. Mi corazón palpita de manera aterradora. Mis ojos buscan con impaciencia un rumbo nublado. Mis oídos ya no juegan con las ondas sonoras interiores, las aíslan, las apagan. No me escucho. Mi boca no rebota, calla, guarda, esconde. Tal vez… Quizás… No se… No soy… Ya no me doy cuenta.  

Las vías resonaban mientras el dispositivo colmado de personas las aplastaba. Algunas cabezas se asomaban, buscando respuestas en el andar. Cientos de miradas se perdían en la oscuridad. Algunas voces se preguntaban hacia dónde se dirigían, mientras que otras se apagaban desesperanzadas. Los niños lloraban, mientras que las madres perdían la calma. El artefacto era un mar de plegarias. Silencio. De pronto el único ruido era el sonido de las barras metálicas sobre las que se desplazaba el ferroviario. Ni un solo murmullo. Ni un solo suspiro. Cientos de mentes pensando. Imaginando. Proyectando. Vivenciando la eternidad. El vacío. La incertidumbre. La ilusión de llegar a un lugar. Si es que había un destino final. Apretujados. Amontonados. Hacinados.

El mundo adulto. Ansiedad. Estrés. La sociedad corre, jamás descansa. Las horas del día no alcanzan. Mi mundo, tan diferente a su mundo. Será por eso que elijo encerrarme en mi habitación, para no perderme en ese laberinto de constantes alteraciones. Ahora me encuentro aquí, en la oscuridad. Lejos de los millones de seres humanos que viven bajo mi mismo cielo. Lejos de los ruidos que contaminan nuestro cerebro sin que nos demos cuenta. Porque, como con la mayoría de las molestias diarias, nos acostumbramos a vivir con ellas. Simplemente nos adaptamos.

Mi nombre es Agnieszka Tzipora Meraguelet, soy periodista de uno de los diarios más importantes de Polonia, mi país de origen. Me enviaron a Chile, hace aproximadamente dos años, para cubrir los acontecimientos que estaban ocurriendo. Recuerdo que estaba muy nerviosa, ya que era mi primera vez en Latinoamérica, pero mi entusiasmo se originó desde el momento en que miré el mapa para ubicar mi nuevo destino; Santiago de Chile. 
Si mi nombre te llama la atención, y decides buscarme en la Web, además de encontrar algunas fotos que me favorecen poco y nada, encontrarás mis primeros informes desde el suelo chileno. En aquel entonces escribí sobre el 18 de octubre del 2019, día del conocido estallido social, el salto de torniquetes y las personas que estaban enfurecidas de injusticia.